El Matrimonio

Muchas personas asumen el matrimonio de una manera netamente legalista; es decir, piensan que sólo los une un papel, un contrato y que tienen autoridad de romperlo cuando “sientan” que ya no hay amor o deseos de seguir unidos a su pareja. Primero que todo hay que aclarar algo, debemos recordar que el amor no es un sentimiento, es una decisión, no sentimos amar, decidimos amar; por lo tanto, un matrimonio no se basa en los sentimientos sino en las buenas decisiones que se toman cada día para fortalecer y alimentar la relación. Si viviéramos de sentimientos estaríamos perdidos. Cuando se asume un compromiso debe ser respetado y valorado, y precisamente para Dios el matrimonio es un compromiso ineludible e irrevocable, como lo debe ser para nosotros también. En la actualidad una de las principales razones del divorcio es porque existen personas que sienten que ya no aman a su conyugue y que tal vez es hora de experimentar eso que les hace falta sentir con otra persona y con mucho respeto les digo que están engañadas de la vida, volverán a caer en lo mismo, en el mismo sentimiento de inconformidad, de desilusión porque resulta que nunca estaremos completamente satisfechos con la persona con quien Dios nos ha unido, y esto sencillamente porque somos imperfectos y no podemos pretender que nuestra pareja sea como queremos que sea en todos los aspectos, eso es imposible; además, es una manera muy egoísta de ver la vida. Pensemos sí esto fuera así ¿qué querría cambiar nuestro conyugué en nosotros? me imagino que muchas cosas. Ya no miras a tu esposa a los ojos, tus hijos te cuentan sus experiencias del día, pero no apartas tu mirada del celular, el cien por ciento de tu atención, está fijada en las noticias, facebook, instagram, etc…estás en cuerpo presente, pero tu mente divaga en otro lugar. Atiendes llamadas de trabajo o de conocidos, desperdiciando parte de tu tiempo de descanso en otros menos en las personas que amas. El uso indebido de la tecnología, nos hace perder el enfoque y descuidamos lo realmente importante. Hieres los sentimientos de tu familia, y sin darte cuenta, el abismo entre tú y ellos se hace más grande, sembrando raíces de amargura y resentimiento que generan heridas difíciles de sanar. Desconectarse, Apagar el celular, abrazar a tus hijos, besar a tu esposa(o) y compartir tiempo de calidad con ellos, no un día, sino cada día de tu vida a su lado. Los amigos Éste enemigo es uno de los más peligrosos. ¿Tienes un amigo o amiga motivo de discusión con tu pareja? ¿Usas palabras cariñosas para dirigirte a ellos, inclusive delante de tu cónyuge, esperando que el tolere lo que tú no tolerarías? ¡Estás muy equivocado!, debes honrar a tu esposa (o) en todo momento. Los compinches visitadores, confianzudos, solapados y misteriosos son destructivos y déjame decirte que ni te bendicen, ni te edifican, con su aparente interés en tus problemas, se inmiscuyen en tu hogar, asesinando poco a poco la privacidad y confianza que debe existir en tu hogar. Sé leal con tu familia y contigo mismo y corta de raíz con ésta situación, no permitas que tu hogar tambalee por intrusos que con o sin intención le roba la paz a tu Reino privado. Se prudente, ¡sé sabio! El trabajo: Por falta de tiempo has dejado de congregarte, tu relación con Dios está rota, llegas muy cansado a tu casa y en lo único en lo que piensas es en dormir. Trasladas trabajo de tu oficina a tu casa, ¿no se te puede ni hablar, porque constantemente estás molesto o deprimido?

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